01:15 del 1/3/2008
"Abro el documento de diseño que usé para descubrir su forma, que resultó ser triangular, igual que el dibujo de mi cara. La letra adragoniana y el dibujo de la moneda son triangulares. ¿Será el signo de los arquimianos? Me pregunto si el muro tendrá alguna relación con esa forma geométrica que sirve para componer letras."
-¡Apaga las luces ya!- trona la voz de mi madre en mis oídos. Un resoplido de indignación escapa de mis labios, mientras trato de seguir la lectura, exasperada. ¿Tenía que ser justo en aquella parte? Alzo la vista del libro, y miro directamente al techo. Después de pensarlo un segundo, descarto la idea de pedirle que espere un poco más, ya he hecho eso cuatro veces, va a terminar bajando la palanca o algo así. Cojo el marcador, y cierro "El reino de la oscuridad". Me despido de él por ahora, y pulso en interruptor de la lámpara de la cabecera de mi cama. Miro el despertador de la mesilla, y ahogo una exclamación. La una y trece minutos de la madrugada. Al menos, sé que ya es viernes. Ahora entiendo de verdad por qué mi madre estaba tan impaciente. Me quito la traba del pelo, para que no me moleste al dormir. Mañana, de nuevo, otro examen, otro pupitre al que le cojea una de las patas, otra clase de alemán que da una mujer que sabe de ese idioma lo mismo que yo de coreano. Otro día lleno de gente egocéntrica, esto es desesperante. Miro de nuevo el reloj. La una y quince minutos. ¿De verdad pasa tan lentamente el tiempo? En la oscuridad, los segundos se deslizan en silencio, de tal modo que parece que el tiempo se para. Una y dieciséis minutos. Los párpados se me cierran, caen pesadamente sobre mis ojos.
Esto se podría definir como...
Buenas noches.